martes, 27 de diciembre de 2011

De nieve y arena

Al pasar por San Ildefonso, me di cuenta de que ya no era verano.
El último verano en Madrid, donde nunca era lunes ni martes, ni miércoles. Siempre era sábado en San Ildefonso, un sábado infinito lleno de gente bebiendo cerveza, de chicos con gafas de pasta y zapatos italianos - o que podían haber sido italianos - y chicas con lencería de encaje debajo de los vaqueros. Y a lo mejor ni siquiera era así. Pero en mi memoria, siempre era sábado y saboreábamos cerveza helada para no pensar en toda la mierda que teníamos encima. Es posible, que ni siquiera la cerveza estuviera tan helada y que parte de esto venga de mi memoria decorativa.
Pero el viernes, en San Ildefonso, ya no era sábado y no hacía calor.

Jugamos a reinventarnos con las estaciones,
llega el invierno y nos tiramos en trineo en una nieve que no tenemos,
la misma nieve, de muñecos con sombrero y zanahoria por nariz. La mirada abotonada y los brazos raquíticos de ramas que no pueden doblarse, que nunca se doblan; que nunca podrán abrazar.
Y cuando se va,
arena de castillos, del bañador de rayas del padre; arquitecto sin traje, ni escuadra, ni planos, que dirige el alzado de las torres y supervisa el transvase de agua al foso, porque ese siempre fue su papel el verano en el que los niños aún son chicos.

Tiene sentido hacerlo así, hay una lógica aparente. Y a pesar de todo, al cruzar San Ildefonso llena de policía, con pantalones largos y bufanda, empecé a pensar que quizás no sería tan bueno tener que reinventarse, sin haberse inventado nada, ni tan absurdo dejarse llevar por el viento fuese invierno o primavera, fuese levante o tramontana. Porque aquí casi nunca nieva en navidad, y cuando lo hace, salimos todos a llenar de botones y sombreros muñecos de nieve salidos de películas americanas. No sé por qué nunca son castillos y palacios de cristal de El cascanueces, ni muñecos de nieve con pelucas y conchas de la playa en los ojos, o coronas y gafas de sol, o un pelo eléctrico con espumillón robado del árbol de navidad.
Podría jugar a esto toda la vida, incansable. Porque siempre me gustó el invierno y pensar que, al otro lado del mundo, hay gente que vive al revés, mientras yo estoy en pijama a estas horas que robo de mi sueño con los pies helados. Ahora mismo, hay niños bañándose en el mar y madres en la orilla intentando darles la merienda.
Podría jugar a esto toda la vida, buscándolo, buscándole,
recorrer el mundo para hacer una pregunta
y quizás ya tenga respuesta.

¿Quién sabría inventarse un muñeco de nieve en la playa?

4 comentarios:

  1. Genial, como siempre. Nunca he estado en San Ildefonso (ni siquiera sé si lo estoy escribiendo bien), pero aunque no me guste mucho el frío ahora prefiero vivir boca arriba. Pero sólo por los regalos, eh? Un beso :)

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  2. Debe de ser propio de las Clara lo de soñar mejor en invierno, con una bufanda y tres pares de calcetines.
    A propósito de la entrada anterior:
    "Me convertí en una de esas personas que por más que se rían, tienen la sonrisa triste, y aunque se abracen a mil cuerpos, siempre tienen el alma helada."
    Nadie me había descrito tan bien en tan pocas palabras hasta ahora. Soy, como tú,la Clara de los pies fríos y de la sonrisa despeinada. Soy, como tú, una niña atrapada en un cuerpo de mujer recién estrenada que intenta reinventarse en placeres tan pequeños como los mimos de un padre que también siento lejos, aunque en tu caso sea mera distancia física y en el mío otro tipo de distancia más difícil. Soy, como tú, una amante de la ciudad de los cafés escondidos y de los ojos castaños con sabor a crêpe.
    Soy, a diferencia de ti, una novata en esto de llenar páginas con la tinta de un boli o con los códigos binarios del odenador.
    Y, por último, soy, como tantos otros soñadores, una incomprendida más que busca refugio en lo que escribes.
    Gracias por regalarnos estos pequeños gajos de tu vida, Clara.
    Sé que no hay mucho que leer, pero si alguna vez necesitas más escondites, pásate por mi recién decorada cáscara de nuez: elfelinoentreelcenteno.blogspot.com

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  3. Me he encontrado con mi Moleskine negra, la de siempre, esa en la que la primera fecha es 21-01-07. He leido lo último que escribí (21-08-2011. Casi un año ya). Es triste. De repente me he puesto triste. Y de alguna manera he sabido que tu habías escrito y he venido a buscarte, para que sea como si te estuvieramos tomando un vino en mi habitación y a mi se me cayera la copa, dejándolo todo hecho un desastre. Es como si nos riéramos a carcajadas. Me voy a la cama menos triste. Un beso grandísimo frenchi. Te quiero.

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