lunes, 26 de julio de 2010

Cuentacuentos de mar.


Frío.
La primera toma de contacto pareció no funcionar. Como si aquel viejo amigo se hubiese olvidado de ella, como si ya no la reconociese; y rabioso, desnudó su furia ante ella.
Aún así, consiguió dar un paso al frente.
- Hola - dijo dando un segundo paso - no me reproches que no te echara de menos. Lo hice; dejaste de llevarte las palabras que no podían ser pronunciadas. Y enmudecí. Examiné hasta la última consecuencia, y en ese poso de lo que fui me encontré algunas letras. Les quité el polvo, lijé las esquinas y pinté las partes descascarilladas. Con mucho cuidado. Después aquellas letras se ordenaron en palabras, en frases, en poemas y en cuentos.
Y en historias, de esas que te gustaban.

¿Sabes? Tengo tanto que contarte...

Y las olas rompieron contra sus pies.
Y sus pies se integraron con la arena.
Y la arena arrulló sus tobillos.

Y volvieron a fascinarse; el mar se llevó de nuevo sus palabras, jugó con ellas, las paseó por sus rizos, las meció en sus vaivenes, y le devolvió las letras envueltas en una funda de espuma. Redimidas, cansadas, contentas. Libres.

El último aliento salado, le acarició la nuca - No vuelvas a olvidarte de mí.
Al menos, no tanto tiempo.

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