viernes, 23 de julio de 2010

Memorias de un verano en Madrid, o no.

PG mudó de piel como una serpiente. Se quitó los zapatos. Mulló los cojines.
Después se durmió.
Y soñó cosas extrañas; festivales, luces de colores, música atronadora, conciertos llenos de fans eufóricos y de otros que se inventaban las canciones. Gente por todas partes; hordas, dibujadas, incluso, en las sonrisas de los demás. La masa conducía a PG a no sentirse solo. Deliraba con mujeres de faldas cortas, inglesitas de pelo dorado y piel con tonos variando entre el blanco nuclear y el rojo calcinado. Pero nunca las miraba a los ojos, PG estaba sin estar; dormía, despierto, en aquel lugar que no era más que una realidad que preferiría estar soñando.
Como el murmullo de la música de fondo; las canciones de amor, como todas.
Ojalá las estuviera soñando.

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