jueves, 3 de noviembre de 2011

Seis, y la carta definitiva.

Y así pasó medio año, con la de días que supone medio año. ¿Sabes cuántos son? son 183. 183 días que pasé sin saber cómo estuviste, qué hacías, dónde estabas. Hoy quise hablarte. Hoy quise contarte que durante 183 días viví subida en una montaña rusa, te quise, te odié, y a veces, te quise en otros. Me acordé de ti y hubiera vendido mi alma al diablo por no recordarte nunca. No sabes lo que me hubiera gustado enseñarte las cosas que vi, la música que escuché, presentarte a gente que conocí por el camino, descubrirte París desde mis ojos.
¿Cómo hubieran sido estos 183 días? Eso, GS, ya nunca lo sabremos. No sé si seguiríamos riéndonos de cuando me dormía la siesta como un bicho bola, o si nos habría cansado tanto reírnos de lo que ya perdió la gracia.
Supongo, que nada de esto importa en noviembre.

Hoy quise rendirte homenaje de alguna manera, porque si un día me hiciste polvo, aprendí que del polvo pueden hacerse castillos.
Y si un día me hiciste polvo, salí volando con el aire.

De aquello ya no quiero acordarme.
Ya no me acuerdo.
Y sin embargo, sí me acuerdo de lo que comimos algunos días, me acuerdo de tu manera de contestar el teléfono, me acuerdo de Berlín, o quizás fuera en Praga, cuando pinté un cuadro invisible en un caballete que encontramos en una plaza donde había una catedral.
Cómo nos quisimos, acuérdate de cómo nos quisimos.

Hoy quise recordarte, rendirte homenaje sin que lo supieras, pensar en ti al pasar por el Pont d'Aleixandre III y sentirme tranquila al estar segura de que estás bien, que siempre lo estuviste, y que yo, después de todo, también lo estoy.
Cuántas chorradas se acumulan con el tiempo, ¿verdad?
Aún tengo aquella caja de lata con los dibujos que pintaste en las servilletas de los bares que nos vieron querernos. Parece mentira, que con el tiempo, todo pueda reducirse a una caja de lata debajo de mi cama de Madrid. Parece mentira que, con lo que te lloré, hoy te sonría, y con todo lo que me dolió la herida, hoy sólo quede esta costura tan fea; la etiqueta del precio que se paga por las cosas más bellas.
Hoy, 183 días después, tengo dos regalos para ti, si es que en algún día caes por aquí cuando yo no pueda saberlo. Dos, que estuvieron implícitos en mis 183 días, que seguirán en el 184 y en el 185, y que seguirán, también, el día en que ya no te escriba ni una carta más, cuando tu voz se diluya en el letargo del amanecer en otra cama, con otro alguien que se ría de mis despertares insoportables.

http://boppin.com/poets/prevert.htm
http://www.youtube.com/watch?v=Uffjii1hXzU&ob=av3n

C.

4 comentarios:

  1. Curiosa forma de concebir cuánto dura el después, me gusta, lo comparto en cierta manera, y me resulta tan bello como pueda tener de trágico, si a tragedia podemos llamar a nuestras vidas mundanas.

    Un placer leerte, como suelo hacer aunque no comente.

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  2. Sólo algo tan profundo (no diré bonito porque suena desgarrador) ha podido ser fruto de la realidad más verdadera.

    A veces del dolor salen cosas como estas,¿no?

    Felicidades.

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  3. Como dice Nacho... Es casi tétrico que encuentre tanta belleza en tus palabras.

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